sábado, diciembre 31, 2005

Computers...

¿Qué tal las navidades? Por aquí las cosas vuelven a su cauce. Ya me vuelvo a sentir más granadino, a pesar de que los primeros días me resultaba todo bastante extraño.
Han hecho falta muchos tintos de verano y evidentemente todas esas quedadas con los amiguetes. Echaba en falta esas tapas imprescindibles ya sea en el Baldecas, el Güejareño o el Reventaero, esos partidos de fútbol trepidantes en Fuentenueva, esas partidas al trivial míticas del Continental, esos piques al mus dando espectáculo en la terraza del Burger King, esas sesiones cinéfilas tan memorables, esos botellones callejeros tras el Hipercor, esas parties caseras tan reñidas y especialmente algunos reencuentros ansiados, de esos que te recuerdan que los buenos amigos no caducan ni se echan a perder con el tiempo.

Luego aparte, he estado ocupado currando en las reformas que hicimos en mi cortijo para convertirlo en casa rural, tuve ocasión de realizar una visita a Pablo y Samu a Madrid y realicé por fin el First; vaya horror... Os lo cuento:
Me presenté sin conocer los apartados del examen y me llevé una gran sorpresa al descubrir el tipo de preguntas. Comencé la larga jornada (en total duró desde las 9 hasta las 4 de la tarde) con el Reading, que pienso que me salió bien. Entonces llegó el Writing: escribir una carta informal y una redacción sobre quién es la persona que más admiras en el mundo. Tras barajar decenas de nombres, decidí resultar original y realicé un dossier de Woody Allen, jeje.
Luego la fastidié en la parte del 'Use of English', donde tienes que rellenar huecos de un texto, encontrar errores en unos fragmentos o usar derivadas de una palabras para completar algunos renglones. Algunos ejercicios eran endiabladamente complicados....

Después llegó el Listening y aquí me dieron por todas partes. Eran 4 apartados con diferentes temáticas donde tras escuchar a varias personas hablar, tenías que responder un verdadero/falso, elegir entre 3 opciones, asignar párrafos a cada uno y completar algunos huecos de frases. Realmente no era tan complicado, pero me bloqueé. Ponían cada grabación 2 veces. La primera de ellas intentaba entender de primeras lo que decían aunque se me escapaban algunas cosas, lo cual sólo consiguió ponerme más nervioso aún, así que la segunda traté de anotar todo lo que pillase, pero ya era demasiado tarde y al final en algunas incluso me desesperaba y contestaba al azar. Fue realmente frustrante...

Finalmente llegó la prueba del Speaking. Tampoco sabía muy bien en qué consistiría pero no me preocupaba. Iba confiado teniendo en cuenta la cantidad de inglés que he chapurreado con los erasmus en la residencia. Al principio un par de preguntas personales que contesté sin complicaciones, pero después me quedé de piedra. Me enseñaron dos fotos y me pidieron que explicase sus semejanzas, diferencias y comentase cuál me gustaba más. En la primera salía una familia jugando al ping pong y en la segunda unos jóvenes tumbados en un cesped. Me quedé en blanco, porque no sabía qué decir exactamente, ni siquiera en español... Al final solté cuatro tonterías: que jugar al ping pong fomenta la unión familiar y que si estás tumbado en el cesped con tus amigos puedes tomar el sol y disfrutar. Creo que usé el verbo 'enjoy' unas 6 veces.
Después tenía que discutir con otro chaval si pensaba que Granada podría ser una buena sede para los juegos olímpicos. Ahí ya se me fue del todo. Mencioné lo bonito que es ir de bares de tapas, hacer la siesta y recomendé visitar todos los monumentos y plazas que me venían a la mente. Aquí no paré de decir "really interesting". Conforme hablaba me daba más pena a mí mismo, jeje...
El resultado me lo dirán en 2 o 3 meses, porque tienen que enviar los exámenes a Cambridge y tal. Vaya movida, ya os contaré si apruebo, pero lo veo chungo.

Más anécdotas de las últimas semanas... como mi quebradero de cabeza con el problema con mi portátil. Os pongo al tanto:
Compré un portátil Acer en agosto en la tienda de informática más famosa de Granada. A la semana de repente deja de verse una franja vertical derecha que ocupa un quinto de la pantalla. Lo llevo a la tienda y me dicen que tengo que llamar al servicio de asistencia técnica de Acer para que lo recojan en mi casa. Lo hago y a la semana llega un técnico a mi casa y se lo lleva. Pasan 2 semanas sin tener noticias. Llamamos por teléfono y nos responden confirmando que siguen con la reparación. Así hasta que llega mediados de septiembre y se aproxima la fecha de viaje a Edimburgo. Llamamos a consumo para informarnos del tema y nos dicen que si el servicio de reparación no se ha negado a repararnos el portátil, no podemos presentar una queja. Voy a la tienda con mi padre y solicitamos alguna solución. Al final tras una semana presionando, hablando con el gerente y casi poniéndose de malas, conseguimos que me dieran un portátil nuevo, otro Acer de la misma serie. El roto por lo visto lo arreglaron en un total de 57 días, (cuando yo ya me había ido) pero ya se lo quedaron los de la tienda, lógicamente.
Total, Llego a Edimburgo y a las 3 semanas más o menos... ¿adivinan? se vuelve a romper la pantalla. El mismo problema, la misma franja vertical fastidiada. Logré aliviar el problema con un remedio chungo pero efectivo: ajustando una pinza de forma que presione en la esquina superior derecha se volvía a ver parte de la franja. Sin embargo aquello sólo duró un mes. Al final acabó casi un cuarto de pantalla en negro...

Regresé y fuimos de nuevo a la tienda a comentar el problema. Me dicen que están recibiendo más averías del mismo tipo con esa serie de Acer y que habrá que repararlo. Yo ya sabía lo que tardaban y me negué porque entonces podía regresar a Edimburgo sin portátil. Me dijeron que sería complicado que me dieran uno nuevo así como así. Que en el mejor de los casos, podía elegir otro modelo y de marca diferente pagando la diferencia... Me indigné, porque no estaba dispuesto a pagar más dinero cuando a mí el portátil que me gusta precisamente es ese, por diseño y prestaciones. Les dije que si sabían que se rompía no tendrían que haberlo puesto a la venta y ahora exigir más dinero para cambiar de modelo. Me piden entonces que les entregue el portátil con todos los documentos y drivers para enviarlo a reparación de todos modos. Para mi sorpresa descubro que he olvidado los manuales y el cd de instalación en Edimburgo. Me dicen que sin todo el material no es posible reclamar nada y que además el portátil tiene rasguños de haber sido usado y no es fácil entonces volverlo a poner a la venta cuando lo reparen; que me ponga en contacto con el servicio de asistencia técnica a ver qué solución me dan ellos... Aquí mi padre se hartó y exigió hablar con el gerente. Apareció y volvimos a discutir... al final llegamos a un acuerdo: Que les entregáramos el portátil como estuviera y regresemos el próximo día 3 para recoger otro nuevo aunque con la carcasa del antiguo...

Yo todavía lo flipo con este tema e incluso dudo que me den uno nuevo... Me he dado cuenta de lo desinformado que estaba con respecto a mis derechos como cliente en un caso como este. Algunos me han dicho que por lo general tienen que cambiarme el portátil en un período de 10 días, otros aseguran que incluso puedo reclamar que me devuelvan el dinero. Yo ya no sé qué creer y cuando llamamos a consumo tampoco me aclararon demasiado. Sea como sea, al final parece que se va a solucionar algo pero... ¿qué conclusión se saca de todo esto? ¿que para que te hagan caso y no te toreen hay que terminar casi siempre llegando a las malas? Manda huevos que las cosas funcionen así.

Luego además tuve otro problema con los datos del portátil a raíz de tener que entregarlo. Antes tuve que copiar todos sus archivos al ordenador de sobremesa. Como los configuré en el mismo grupo de red, al final los guardé todos en la carpeta "documentos compartidos". Mi hermano aceptó sin querer uno de los famosos mensajes 'fotos.exe', que resultó ser un troyano que se reproducía a todos tus contactos del messenger, así que investigué cómo eliminarlo en internet. Había que arrancar en modo seguro y borrar una carpeta en el directorio system. Así lo hice y al resetear descubro que no arranca la sesión normal de windows. Intento con el resto de opciones de arranque y ninguna avanza. Usando el cd de instalación intento reparar el sistema de archivos, pero al iniciar sigue apareciendo la misma pantalla en negro. Al final no me queda más remedio que reinstalar windows encima del antiguo, pero sin formatear (porque no había guardado todavía los datos del portátil). Total, que así sí logra arrancar, pero cuál será mi asombro cuando encuentro que la nueva instalación de windows ha borrado los archivos que había en la carpeta "documentos compartidos"...
El horror más absoluto me embarga. ¡Había perdido todos los documentos del proyecto y los archivos personales de los últimos 3 meses! Durante unos segundos maldigo todos los ordenadores, portátiles, troyanos y virus del planeta. No obstante logro mantener la calma y pruebo el programa 'EasyRecovery Professional'. Afortunadamente me recupera algunos de los datos del proyecto, pero he perdido todos mis informes, documentos de texto, últimas canciones y las últimas modificaciones de mi base de datos de películas... Una faena, vamos.

Si ya estaba enfadado con el tema del portátil, ahora la sensación de indignación que tengo con los ordenadores en general ha alcanzado su culmen. Sé que tengo parte de culpa por no haber salvado esos documentos a tiempo, no puedo evitar maldecir todo el desarrollo de acontecimientos que han desembocado en esta desgracia informática. Esto sólo me recuerda cuánto aborrezco lo impredecibles y vulnerables que son los ordenadores. En mi vida siempre termino enfrentándome con ellos. Hoy casi consiguen acabar con mis nervios. Creo que llegará un día que los odie (si no lo hago ya, claro) Quién sabe...

En fin, disculpad... me he extendido más de la cuenta. ¡Nos vemos pronto!
Por cierto, creo que aún estoy a tiempo...

martes, diciembre 20, 2005

Back in Granada

Ya ha pasado más de una semana desde que regresé de Edimburgo y me estoy “reacostumbrando” a mi vida de Granada. Y digo reacostumbrando porque realmente parece que hubieran pasado años desde que me fuera.
La cuestión sería “¿por qué todo es tan igual y tan diferente?”; porque efectivamente esta sigue siendo mi casa, mi ciudad, pero de algún modo todo es distinto. Esta fue la primera vez que abandoné mi hogar durante más de un par de semanas. Supongo que la gente que haya estudiado fuera de sus ciudades ya conocerá esta sensación. Me siento extraño en mi habitación, aunque es la de siempre… mis dvds, mis libros, mi equipo de música, mi ordenador de sobremesa, mi querida cama… Sé que todo es mío, pero no puedo evitar sentirme casi como un invitado.

El problema es que llegué a considerar Edimburgo como mi hogar. Extraño aquella habitación, con la vista de la pradera con los caballos pastando, la música de Javi resonando por las paredes, la bendita cama con el nórdico, mi patética bandeja del frigorífico con el bote de mayonesa y el trozo de mantequilla que caducó hace mes y medio, el estante del armario con el saco de 3 Kg. de macarrones por 1,5 libras del ASDA, nice parkel parquecillo grande ese que está medio escondido, la máquina de cafés del departamento que vale 30 peniques, la pista de Squash donde colé 3 bolas seguidas, los cisnes del lago, las agitadas carreras hacia la parada del bus para salir de marcha (y regresar), la pinta de Snake Bite del Rush, el endiablado sabor de las muffins de chocolate, la lluvia tan fina que apenas te mojaba, el majestuoso panorama de la ciudad contemplado desde Calton Hill e incluso añoro esa dichosa alarma que sonaba y nos obligaba a evacuar el edificio sólo porque en alguna habitación saltaba el detector de humo por el vapor de la ducha de alguna descuidada…
Aparte de estos detalles, también echo de menos a toda la gente, esas personas que en apenas un par de meses se convirtieron en parte de mi vida, “mi familia Erasmus” y con las que tanto he disfrutado y tanto he aprendido. Os quiero un montón.

El caso es que la vuelta a Granada me ha devuelto a la realidad. Aquí las cosas han continuado desarrollándose independientemente de mi ausencia. Por fin taparon las excavaciones arqueológicas de la avenida de la constitución, han creado un aulario nuevo en Severo Ochoa, han abierto una mega discoteca en el Neptuno, la zona del Kinépolis se ha triplicado.... o por ejemplo, mi vecinillo de 13 años que siempre ha sido muy canijo, ha pegado el estirón del siglo y ahora ni le reconozco. Y diréis “claro, ¿qué te pensabas? ¿Que las cosas iban a esperar que regresaras?” Lógicamente no, pero el simple hecho de observar estos cambios de repente, te hacen reflexionar sobre cómo avanza el rumbo de la vida. Si me hubiera quedado en Granada seguramente ni me habrían sorprendido estos acontecimientos por el simple hecho de que los estaba viendo desarrollarse. La vida sigue su curso y no espera a nadie.

Es imposible acostumbrarse a un lugar, todo cambia mientras nosotros también conquistamos nuestras ambiciones y tenemos que asumirlo, aunque eso signifique abandonar nuestro hogar, nuestra gente, nuestro modo de vida cotidiano. Ahí es adonde quería llegar. Creo que conseguir el Erasmus me ha servido para entender que tarde o temprano, mi vida tenía que cambiar. Salir de Granada, descubrir que hay mucho en mi futuro que conseguir y que tendré que currar y arriesgar si quiero conseguirlo. Seguramente lo habría descubierto un año o dos después, pero la experiencia de comprobar hasta qué punto eres lo suficientemente maduro como para apañártelas solo, no tiene precio. Algunos llaman a esta ‘libertad’subir un peldaño o escalón. Yo creo que he subido 3 de golpe al venirme además a una ciudad escocesa.

Además, descubrí que algo que me preocupaba no tenía tanta importancia como temía: el hecho de extrañar a los amigos y la familia. Mis padres se encargaron de recordarme lo mucho que me quieren cebándome a mantecados y polvorones y esta última semana pude quedar con casi todos mis mejores amigos quienes también me demostraron que la amistad verdadera no se pierde a pesar de las distancias. Sabéis lo que os quiero.

En fin, termino esta paranoia de post con una reflexión personal. Ahora entendí que no es complicado romper con la rutina y la vida de siempre. No tengo que preocuparme de cómo transcurren todas las cosas. Tengo libertad para viajar y trabajar donde quiera, de crear mi destino. También sé que puedo visitar el fin del mundo y al regresar ahí estarán mis amiguetes esperándome con las coñas habituales y un tinto de verano con tapa bajo el brazo. Que siempre puedo volver y encontrar Granada diferente, cambiada, distinta, pero en el fondo sigue siendo la de siempre, mi Granada.

sábado, diciembre 10, 2005

The terminal

Son las 10:19 del viernes 9 de diciembre. Llevo 3 horas dando vueltas por el aeropuerto de London Stansted y aún me faltan otras 7 hasta coger el avión hacia Granada.

A pesar de que este sitio es enorme, ya me cansé de mirar las tiendas de DVDs y música, incluso me detuve en contabilizar las distintas marcas de chocolatinas de la tienda de souvenirs. Stansted-Gate AreaPerdí la cuenta a partir de 26... El caso es que estoy tremendamente aburrido (no traje ningún libro ni los auriculares del reproductor de mp3). Ahora me viene a la mente la película de ‘la Terminal’ y el personaje de Tom Hanks que vivió mucho tiempo en una sin poder salir. No recuerdo si estaba basada en hechos reales (si alguien lo sabe que comente), pero si realmente llegó a existir ese hombre, se ha convertido en mi ídolo.

Al final me he sentado en unos bancos bastante incómodos y ante la imposibilidad de conciliar el sueño (empiezo a aborrecer a la tía que habla por los altavoces cada 30 segundos), me propongo gastar las 3 horas de batería de este cacharro para hacer tiempo. He colocado el portátil en la fila de butacas de enfrente y estoy escribiendo completamente inclinado hacia delante apoyándome en el filo de mi asiento para poder alcanzar el teclado. Un show…

Quería comentar cómo se han desarrollado los acontecimientos estos últimos días que estuve en Edimburgo pues sin duda fueron de lo más locos…

Aunque la marcha del proyecto no va realmente mal, el tutor me pidió que realizara un informe detallando el avance y todo el trabajo que realicé durante estos dos meses. Comencé redactando un borrador para comprobar cuánto espacio podía ocupar. Pensé que sería adecuado incluir capturas de pantalla con distintos parámetros de configuración del sónar, así que decidí volver al laboratorio para tomar más muestras.

Después de superar un día de pánico en el que me cargué el sistema de archivos de Linux por pulsar el botón Power cuando estaba arrancando la sesión, regresé con algo de ánimo. Conecté la fuente de alimentación, los adaptadores al portátil y quité la cabecera del sónar. Cuando adapté el cabezal con el enchufe de corriente, noté que no estaba bien ajustado, así que desatornillé y, sorpresa… no sé cómo lo hice, pero se doblaron y partíeron algunos pins del conector. ¡Había roto el sónar! El terror más absoluto me invadió por completo.

Avisé al encargado de seguridad del laboratorio quien no podía creer que me hubiera cargado el sónar. Balbuceó un montón de incomprensibles palabras escocesas (supongo que maldiciendo mis naciones por la entonación exaltada y el volumen) y llegué a entender que me dijo que costaría bastante arreglarlo y era necesario enviarlo al fabricante. Yo no sabía realmente qué iba a pasar. Quería que me tragara la tierra. Seguramente aquello fuera lo peor que podía pasar en el proyecto… Pensé en un primer momento que podría ser expulsado o incluso tendría que pagar la reparación (idea que posteriormente me quitaron todos de la cabeza). Hablé con mi tutor sobre el incidente y me regañó severamente explicándome la extremada precaución que tenía que tener manipulando tan caro material. Me comentó que sería mi responsabilidad enviar el sónar por correo al fabricante.

Al final malgasté un par de días estúpidos dando vueltas de un lado para otro preguntando sobre qué hacer con el sónar roto y no pude completar el informe como quería. Le entregué 16 páginas al tutor y me dijo tras revisarlo que era demasiado corto e insuficiente y que algún apartado se podía mejorar… pero que él se encargaría de enviar el sónar por mí. Al menos algo bueno en todo este asunto…

El caso es que a raíz del accidente estuve unos cuantos días bastante desanimado. Había perdido mucha confianza en mí mismo y sabía que ya no sería igual el trabajo en el laboratorio. Estaría siendo examinado con lupa el resto del proyecto. No dejé de preguntarme cómo había ocurrido aquello y una idea llevaba a otra y la cuestión final resultó ser… ¿Cómo me las había apañado para tener en mis manos y conectar un dichoso sónar valorado en 2 millones? No me refiero a por qué me tocó esa tarea sino a cómo llegué a estar metido en un proyecto así… No cabe duda que la competición del submarino es una experiencia increíble, sin duda es el mejor proyecto en el que me podía haber embarcado, pero… ¿realmente era aquello lo que yo quería hacer?

Hablando el otro día con un gran amigo volvimos a una de las cuestiones retóricas que siempre me asaltan y que todos nos hemos planteado alguna vez… ¿Qué otras posibilidades me habría deparado la vida si hubiera elegido alguna otra alternativa?

A veces pienso que muchas cosas no se pueden controlar, como el destino del Erasmus… si me tocó Edimburgo fue por cuestión de centésimas en el expediente. Si hubiera sacado más o menos nota en alguna asignatura (esos dichosos 6.8 o 6.9 que inundan mi expediente y podrían haberse plasmado en un 7 y subir la media) ahora estaría en Dublín o Glasgow (o incluso en destinos que puse con menor preferencia). Estaría haciendo otro proyecto y conocería otra gente distinta. ¿Qué sería lo que me estoy perdiendo? Para comprobarlo sólo tengo que visitar a Álex a Dublín y descubrirlo, jeje… pero no siempre resulta tan fácil…
A este tipo de dudas existenciales me refiero. Aquí por ejemplo, no paro de ver personas que van y vienen con sus maletas; múltiples destinos, incontables expectativas, innumerables localizaciones…
Hoy desperté en Edimburgo, ahora piso suelo londinense y cuando termine el día dormiré en cama española… ¿Pertenecemos a algún lugar? ¿Qué grado de control tengo en toda esta historia? ¿Hasta dónde puedo ser consciente de las consecuencias de mis decisiones o los hechos que me ocurren/ocurrirían?

Fueren como fueren (guau, pocas veces pude usar el futuro de subjuntivo), no quiero degenerar este post en una retahíla de preguntas sin respuesta. Más que nada porque no me gusta rallar a la gente. Retomo mis últimos días en Edimburgo.

Sin duda alguna no olvidaré los ánimos y el apoyo de todos los erasmus cuando más preocupado me encontraba con el incidente del sónar Cumple Diego y Aidao cuando más entristecido me sentía por la marcha ¡Sois lo mejor, chicos! Ni esas charlas vespertinas y nocturnas tan interesantes, esos partidos de squash tan desequilibrados pero tan divertidos, esas sesiones cinéfilas tan variadas, ese vocabulario tan demencial y el cachondeo con mis comidas en la cocina, esa pedazo de fiesta de cumpleaños que celebramos o esas compras imposibles en el TkMaxx…

Conclusión: No sé lo que me habría deparado la vida si no hubiera venido a Edimburgo, pero ¿y qué importa? Lo esencial es que estos 2 meses los he disfrutado, he conocido gente increíble, las vivencias son impagables y la experiencia única. Eso es lo que cuenta.

En un mes regresaré a estas tierras y mientras tanto la liaremos en Granada. En fin, corto ya. Publicaré esto en cuanto llegue. A ver si me compro algún libro de sudokus (aquí están por todas partes) para entretenerme.
¡Nos vemos!

PD: Hogar, dulce hogar

sábado, diciembre 03, 2005

Just Edinburgh II


“Edimburgo es lo que París desearía ser". Con estas palabras elogiaba Robert Louis Stevenson su ciudad natal, en la que al parecer se inspiró para escribir "Dr Jekyll y Mr. Hyde". Ciertamente Edimburgo es una ciudad preciosa. Resulta inconcebible intentar transmitir la majestuosidad de sus paisajes y la imponencia de sus calles. Pero aún así me gustaría que os formaseis una idea comentando algunos detalles interesantes.

Un aspecto curioso y algo macabro es el hecho de que resulta habitual encontrar cementerios en plena ciudad. Ya contabilicé unos 4; uno de ellos precisamente en plena Princes Street. No deja de ser peculiar la impresión tétrica, misteriosa y escalofriante que transmiten las lápidas y tumbas rodeadas de árboles caducos mientras vas paseando tranquilamente por la calle. Nada mejor para apreciar esta sensación que observar esta foto. De nuevo, gracias a Dobar.


Una virtud que presenta esta ciudad es su estructuración. Partiendo desde Princes Street puedes plantarte donde desees en no más de 20 minutos.
Si te diriges desde aquí hacia el sur visitas la zona conocida como ‘Old Town’, realmente la más monumental y antigua, con el castillo, la Royal Mile, la universidad de Edimburgo y también la zona con mayor concentración de clubs y pubs (ya hablaré de eso otro día). Encuentro tremendamente pintorescas las casas con sus chimeneas, tejados y ventanitas. Todo aquí guarda el mismo estilo. Edinburgh StreetAlgunos bloques presentan dos entradas: las típicas escalerillas con el rellano para acceder al primer piso y unas escalerillas laterales para bajar directamente a la planta baja. Muchos locales se encuentran hospedados en los pisos inferiores de los edificios y puedes entrar directamente desde la calle.
Otra cosa sorprendente es la limpieza en las calles. Es raro encontrar alguna vez algún tipo de suciedad. La conciencia urbana y pulcritud de los escoceses es francamente encomiable, y eso que todavía no vi a ningún barrendero por la calle…

La zona norte de la ciudad, ‘New Town’ es sin duda la que menos he visitado. Lo más accesible son directamente las calles paralelas a Princes: George y Queen Street. En ambas se reúnen prácticamente la mayoría de los grandes bancos, tiendas de anticuarios, salas de subasta, restaurantes de diseño y también bastantes pubs tradicionales.
Sherlock HolmesUn día que se fue la luz en el campus y desalojaron todas las residencias (están locos estos escoceses) nos propusimos investigar esta zona y acercarnos al puerto.
Nada más acabar Queen Street nos encontramos con una sorpresa: El pub ‘Conan Doyle’ y la estatua de mi venerado Sherlock Holmes al lado. Así que nada, foto al canto. Esto es debido a que Sir Arthur Conan Doyle es escocés y aquí uno de los escritores más queridos, junto a Walter Scott, Stevenson y Robert Burns.

Proseguimos nuestro rumbo por la interminable y ancha Leith Street. Esta calle conduce directamente al puerto pero es tremendamente larga. Puedes encontrar en ambas aceras cualquier cosa que necesites. Alhambra BarEstá plagada de supermercados, tiendas y alguna que otra iglesia que incluso pasa desapercibida con el ambiente urbano. Lo que llama la atención de esta calle y de todo Edimburgo en general es la uniformidad de la altura de los edificios. Es difícil localizar un bloque de más de 3 plantas de altura. Han respetado perfectamente las fachadas grises, apagadas y la constitución arquitectónica y antigua de los edificios de forma que toda la ciudad te impregna de historia, de pasado. Es increíble comprobar que nada desentona en este ambiente. Aunque a nosotros nos llamó la atención poderosamente un bar. Cómo no, los granadinos aprovechamos la ocasión para fotografiarlo, jeje.

Finalmente tras cruzar por un barrio un tanto chungo y dejar atrás otro cementerio, llegamos al puerto. Lo cierto es que nos defraudó. Esperábamos ver algún paseo marítimo espectacular pero nos encontramos con apenas un canal y cuatro barquitos. Leith PortHabía sin embargo una explanada gigante con un edificio administrativo descomunal y un mercado portuario con restaurantes y pescaderías. Sin embargo lo que nos cautivó desde el primer momento fue una especie de figura decorativa formada por una barca sobre un pez chungo. No pudimos resistir la tentación de hacernos una foto momento ‘Titanic’, jeje.
Más adelante comprobé que la zona de lujo costera quedaba más al oeste, donde construyeron un centro comercial gigante, ‘Ocean Terminal’ que alberga entre otras atracciones la visita al antiguo yate real ‘Britannia’. Aunque la impresión que me dio fue que el Neptuno de Granada es más grande.

En fin, no me quiero alargar más, así que de nuevo dejo el resto de comentarios sobre nuestros hallazgos urbanos para otro post: Just Edinburg III. A no ser que lo titule ‘lost in Edinburgh’. Ya veremos…

¡See You!

jueves, diciembre 01, 2005

Just Edinburgh I

Ayer 30 de noviembre fue St. Andrews Day, el festival en honor de San Andrews, el patrón de Escocia. Entre otros eventos se permitía la entrada gratuita al castillo de Edimburgo (la entrada para estudiantes cuesta normalmente 9 libras) y allí que me marché con Nando para aprovechar tan suculenta oportunidad.

Castle in the nightEl castillo llama la atención poderosamente desde lejos. Se eleva por encima de la ciudad en un escarpado acantilado y resulta una vista deslumbrante y sublime. De hecho es el monumento que mejor impregna en esta ciudad la sensación de ciudad histórica, de ciudad aún medieval, de ciudad mágica… Impresiona comprobar que la vida urbana discurre tan cerca de tan antigua fortificación y de algún modo no puedo evitar que me recuerde a mi querida Alhambra, sobre todo por la noche cuando lo iluminan y evoca esa imagen grabada en mi retina desde el paseo de los tristes de Granada…

Si bien es cierto que la visita nos ha defraudado en parte. El interior del castillo se ha destinado a conservar y restaurar las dependencias reales y a recrear históricamente las etapas bélicas de Edimburgo, pero esto no lo sabíamos a priori.
Nos sorprendimos recorriendo el primer museo que encontramos: ‘The museum of war’ debido al 60º aniversario de la 2ª guerra mundial: elementos de guerra en general, sables, dagas, espadas, bayonetas, fusiles, pistolas, ametralladoras, municiones, trajes de soldados, máscaras de gas, insignias… con una repetitiva e infernal música de gaita de fondo.

War MuseumLo curioso fue cuando al entrar en el segundo museo descubrimos que seguíamos presenciando insignias y maquetas de invasiones, matanzas y guerrillas. Y así con otros 4, del que salvamos uno titulado ‘Prisons of war’ que recreaba las cárceles y prisiones victorianas con un ambiente bastante realista.
Continuamos contemplando el curioso cementerio que crearon para los perros que actuaron por la causa real (verídico), la minúscula capilla de Santa Margarita (que al estar fechada en el siglo XI la convierte en la construcción más antigua de la ciudad), la gran ermita erigida en conmemoración de los escoceses caídos en batalla (llamativa una inscripción que decía ‘Gibraltar’) y la sala donde se guardan las insignias de Escocia: la Corona, la Espada del estado y el Cetro, junto con la piedra del destino (que no es más que un pedrusco enorme y vulgar).

Finalmente completamos la visita embobados con una de las mejores visiones que se pueden conseguir de la ciudad: la increíble panorámica que se observa desde los miradores del castillo. Se vislumbra a lo lejos el golfo de Edimburgo, el puerto, las colinas colindantes de Calton Hill y Arthur's Seat, los jardines de Princes Street…
Panorámica desde castillo

Esto me recuerda que todavía no he comentado nada sobre los monumentos y calles de Edimburgo. Tampoco resulta muy complicado. El centro histórico se concentra en torno al castillo y la calle que parte de su explanada, ‘Royal Mile’.

Recoge multitud de edificios gubernamentales e iglesias victorianas y desemboca en el palacio de Holyrood, la residencia real escocesa, del siglo XVI junto a la sede del nuevo Parlamento escocés, que presenta un diseño modernista bastante curioso. Está plagada además de tiendas orientadas al turismo y es habitual encontrar músicos callejeros, mimos o tipos disfrazados de William Wallace con la cara pintada y una espada. Realmente es un placer pasear por esta calle... comprobar el contraste de los escaparates repletos de postalitas, kilts, muñequitos del amigo Wallace y los pubs con el ambiente y la decoración típica escocesa.


Sin embargo la calle por excelencia de Edimburgo es Princes Street. Princes StreetSu acera izquierda está repleta de comercios; ahí encontramos entre otros: Zara, Boots, Mark & Spencer, H&M, Waterstones, Virgen Megastore, McDonalds (cómo no) y los pisos más caros de toda Escocia (sus vistas no tienen precio), mientras que en la acera derecha localizamos un inmenso parque con los frondosos jardines que se extienden paralelos a Princes Street desde la John’s Chapel atravesando la galería nacional de Escocia hasta la ‘Waverley Station’. Resulta muy llamativo comprobar que todos los bancos de este parque (e incluso en el resto de la ciudad) llevan grabada una dedicatoria histórica. No deja de ser curioso.

Por otro lado, merece mención especial ‘Calton Hill’, la pequeña colina situada al final de Princes Street donde se sitúa el antiguo observatorio y un intento incompleto de Partenón que alguien tuvo la desafortunada idea de construir con el ingenuo propósito de que a Edimburgo se la conociera como la ‘Atenas del Norte’. Las vistas de la ciudad desde aquí, sobre todo de noche, son espectaculares porque los edificios emblemáticos destacan iluminados sobre el resto: el castillo, majestuoso y radiante, el armazón de la cúpula de San Giles, el impresionante monumento a Walter Scott y la torre del hotel Balmoral con el reloj que marca el ritmo de la vida en la ciudad. Esta foto y la que aparece en la cabecera del blog se corresponde con dicha panorámica. (Gracias Dobar).



En fin, no quiero alargarme. Sólo quería dar una descripción general de la ciudad, porque realmente merece la pena deleitarse con sus paisajes. Prefiero dejar el resto de comentarios sobre las calles para otro post.

¡Un abrazo, Sed buenos, cuidaos!