martes, noviembre 08, 2005

¿Scottish Food?

Esa es la pregunta, qué tipo de comida tradicional te puedes encontrar aquí en Edimburgo… Yo todavía me lo cuestiono, si bien es verdad que ya he podido saborear algunos platos rápidos (de dudosa calidad, todo hay que decirlo).

Los primeros días solía acudir a comer al comedor del campus. Pensaba que sería una forma de mantener una alimentación sana y una buena oportunidad de aproximarse a la cocina escocesa; pero cuál sería mi sorpresa cuando comprobé los alimentos (y también los precios…). El menú del día suele consistir exclusivamente en un plato que puede ser un revuelto de pastel de carne con patatas, fish & ships o filete empanado de algo que podría ser llamado pollo.
Todo ello por unos 3 euros; que si le añades la bebida y algún yogurt o fruta como postre, se te monta en 5 euros. Luego puedes optar por el ‘combinado de los 7’ por unos 4 euros. Eliges 7 unidades entre salchichas, huevos fritos, bacon, ración de patatas, empanadillas de carne o las famosas ‘beans’, que son simplemente judías en salsa de tomate; aunque aquí son muy populares.
Al igual que los ‘haggis’, la comida típica escocesa por excelencia. Es mejor no saber sus ingredientes. Es una mezcla de deshechos cárnicos con especias envueltos en estómago de oveja o de cordero que se sirve acompañado de un puré de boniato y patatas. Tiene aspecto de mega-morcilla putrefacta pero dicen que sabe bien. Todavía no he tenido el placer de degustarlo. Ya os contaré.
Conclusión final: la comida del comedor deja mucho que desear. Todo son platos rápidos y cuando llevas un par de días comiendo pastel de carne con ships, dices “Basta”.

Así que todos los erasmus (la decisión fue unánime) optamos por comprar en los supermercados más baratos y preparar las comidas en las cocinas de la residencia. Aquí tenemos los complementarios de los supermercados en España: ‘Asda’ (el hipermercado más cercano del campus y también el más socorrido) vendría a ser como el ‘Alcampo’ o ‘Carrefour’. ‘Tesco’ y ‘Somerfield’ equivaldrían a ‘Mercadona’; y también encontramos ‘Lidl’, como en España (igual de barato y cuestionado).
En cuanto a precios, la ley que hemos deducido los estudiantes es que todo cuesta el mismo valor numérico que en España, sólo que en vez de euros son libras (y por tanto un 1.5 más caro). El nivel social y económico aquí es ostensiblemente superior al español y eso se comprueba fácilmente mirando escaparates.

Comprar en cualquier supermercado es como visitar una tienda de dulces. Puedes encontrar por todas partes suculentas chocolatinas y tentadores caramelos, incluso en el pasillo de los detergentes y suavizantes. Aquí están obsesionados con las golosinas, las porquerías dulces y la repostería. Es muy frecuente encontrar puestos callejeros o tiendas que venden unos galletones enormes o las famosas “muffins”,
unas magdalenas gigantes glaseadas o bañadas en cremas (incluso comí una que estaba formada por granos de ‘choco krispies’) con una pinta deliciosa. Te pueden cobrar 1 euro por cada pieza…

Luego tampoco te pienses que es fácil localizar muchos productos típicos españoles como las pipas o el ¡tomate frito! No lo encontrarás, lo más parecido es el tomate ketchup. Igual pasa con el ‘cola cao’, aquí encontré ‘Nesquik’ pero con sabor a platano, fresa y vainilla; y un chocolate caliente que se prepara con ¡agua! ¡por favor! Lo peor llega con el aceite de oliva. Aquí parece que no suelen utilizarlo; usan mantequilla para freír. Las botellas de aceite buenas (porque puedes encontrar algunas baratas pero demasiadas espesas y de dudosa calidad) valen un ojo de la cara.
Aquí todo viene ya listo para calentar y comer. Cualquier elemento es susceptible de ser embutido en una lata y puesto a la venta.


Olvídate de preparar un potaje o unas lentejas si puedes comprar directamente una ‘lentil soup’ o un paquete de arroz o pasta en sobre precocinados (‘noodles’ que se llaman). Lo mismo pasa con las ensaladas. Existen unas bolsitas que ya se encargan de mezclar la lechuguita con la zanahoria, la cebolla y la remolacha. Lógicamente sale más barato comprar eso que los ingredientes por separado, pero el sabor es repugnantemente artificial. Ese es el problema con todo. Aquí los escoceses son unos comodones y se empachan con comidas precocinadas y dulces. Prácticamente todo se prepara calentando en el horno o cociendo en un cazo. De hecho en todas las cocinas de la residencia hay por defecto una máquina (en un principio yo pensé que era una cafetera) que sirve para calentar agua. El otro día me quedé pasmado cuando comprobé que en una bolsa de patatas fritas congeladas indica que se preparen usando el horno (nada de freidoras y sartenes). Impresionante…

Otro dato que llama poderosamente la atención es la cantidad de pasillos reservados a misteriosas salsas. Por ejemplo, botes de pollo con curry (una salsa muy picante) listos para verter sobre el arroz, frascos de mostaza francesa, salsas de pollo con maíz o especiales para ensaladas, mermeladas misteriosas y cremas dulces como botes de Nutella (el equivalente a Nocilla) o de “Toffee”, que tiene un sabor dulce a caramelo (como si fabricaran batido de Werther Original).

La que más me sorprendió fue la “peanut butter”, ¡crema de cacahuete! La compré por curiosidad y no me gustó. Es como tener en tu boca un revuelto pastoso y pesado de cacahuete triturado difícil de ingerir.

Datos positivos… me gusta la leche, el pan de molde (es complicado comprar barras de pan del día) y el queso Cheddar (muy común).
El otro día recibí un paquete de mis padres con amada comida española: lonchas de bendito jamón serrano (aquí es carísimo), queso de bola (prohibitivo) y un paquete de harina para preparar ¡migas! Los franceses no sabían qué eran y se quedaron pilladísimos. Ellos en cambio se pensaron que nos sorprenderían preparando crepes… JA.
Cooking Rice

Podría seguir hablando de comida, pero no quiero cansar a nadie. Os dejo una foto graciosa. El otro día cociné demasiado arroz con curry y no pude acabarlo. Así que se me ocurrió mantenerlo en el frigorífico y volver a cocerlo al día siguiente (ya sabéis que soy un cocinero pésimo). Creo que mi cara es todo un poema de cómo sabía…
¡Nos vemos!