miércoles, mayo 17, 2006

Blog

Sí, ahora lo confirmo. Es laborioso mantener un blog. Ciertamente admiro a aquellos que logran publicar asiduamente más de una vez por semana manteniendo un estilo propio y resultando interesantes. Aunque el ritmo de publicación en el mío ha descendido radicalmente, no significa por ello que lo abandone ya (aún me queda un mes y poco dando guerra por estas tierras).

Ni mucho menos. Tengo que admitir que con el paso de los años me he terminando enganchando a ellos. En mis favoritos de Bloglines estoy inscrito en unos 40 y ojearlos por encima en apenas 5 minutos diarios se ha convertido en una de mis rutinas cotidianas, igual que llegó a ser en su día mirar los correos, el periódico, el foro de la Etsii o el Hattrick. Es uno de esos tipos de hábitos que entran en tu vida poco a poco y que cuando quieres darte cuenta, ya forman parte de ti… como cuando dejas de llevar reloj porque usas el del móvil o permites que el diccionario de inglés coja polvo porque descubriste Wordreference o te pasas a la Coca-Cola Light (aquí llamada Diet Coke) porque te gusta más ese sabor que el de la normal...

Lo preocupante es que puede convertirse en un vicio. A veces descubres un blog que cuenta noticias u opiniones sobre temas que te interesan y tras leerte sus últimos 10 posts, prosigues con los 15 anteriores y luego te sabe a poco y consultas sus enlaces preferidos y estos a su vez también te agradan y terminas en un bucle interminable desperdiciando mucho tiempo que podrías aprovechar en otro hobbie quizá más productivo y gratificante. Leí el otro día un artículo sobre blogs con unos datos estadísticos que quitan el hipo: Informaba que el año pasado el conjunto de los trabajadores estadounidenses perdió el equivalente a 600.000 años leyendo blogs. Unos 35 millones de trabajadores (uno de cada cuatro de la fuerza laboral de Estados Unidos) pasa tres horas y media, o el equivalente al 9% de su semana laboral, leyendo blogs. Increíble.

Aparte de estadísticas lo cierto es que cada blog es un mundo. Tenemos a los que prefieren desarrollar una historia de forma más objetiva y quienes se deciden por extenderse en la parte filosófica o romántica; Los que consideran que una imagen o un video valen más que mil palabras y los que te plantan párrafos solitarios pero no por ello mal desarrollados; Los que consideran que las anotaciones buenas, si breves, dos veces buenas y los que requieren páginas y páginas para quedar saciados. Multitud de estilos obviamente. De hecho con el paso del tiempo terminas conociendo la manera de escribir de la gente que sigues, su arte literato. Las formas de realizar descripciones, el tipo de detalles que suelen destacar, el humor que puedes esperar ante algo gracioso o la forma de reaccionar ante una noticia curiosa. Es una forma diferente e indirecta de conocer a la gente, al fin y al cabo.

Luego me resulta curioso el cambio de la imagen mental y el enfoque de una vivencia si tienes un blog. Cuando quieres compartir alguna empiezas a pensar cómo vas a describirla y contarla por aquí; qué fotos elegirás para acompañarla mejor, cuáles son las mejores anécdotas o las situaciones que más pueden sorprender o simplemente cuál es la impresión importante que quieres recordar de ella. A partir de entonces catalogas tus experiencias como “susceptibles de ser contadas” o irrelevantes.

Otro síntoma de los blogs consiste en que muchas veces te fastidia que te pregunten algo que ya has explicado aquí. Dan ganas de decir “Pues vete a tu casa, te conectas y lees mi último post”. Se convierte en algo importante para ti. Das por hecho que tus mejores amigos lo leen y dejarán comentarios y cuando no pasa así, te entristeces un poco. Pero esos son los palos de los primeros días, luego ya no te importa tanto quién lo leyó o quién no, el hecho es que lo escribiste y ya ha quedado grabado.

Porque ante todo, un blog es un diario. Es un reflejo del paso del tiempo en tu vida. Algo que quedará registrado y que podrás consultar días, meses o años después para recordar lo sorprendente que te resultó que en Escocia tengan todavía un grifo para el agua fría y otro para la caliente o el buen sabor de boca que te dejó aquella topped toffee double chocolate muffin o los buenos momentos que disfrutaste en el lounge del George Burnet Hall o tantos buenos recuerdos e impresiones que sobrevivirán gracias a esas líneas, aunque uno todavía sea capaz de recordar lo que desayunó esta mañana… que por cierto, lo dejo por escrito aquí, fueron esos deliciosos cereales de avellana crujiente hinchados rellenos de chocolate que tanto disfruto. Ñam Ñam

Otro de los ‘placeres’ que tiene el blog es releerlo, pero no años después sino al día siguiente. Comprobar cómo de claro expresaste lo que querías contar y chequear (este verbo se me ha terminado contagiando del inglés) los posibles comentarios; porque señoras y señores, los comentarios son realmente el opio del blog. Son los que alimentan y animan al autor. El premio que recibe por invertir tiempo delante de una pantalla tecleando esas pamplinas que él comparte porque considera que merecen la pena. La verdad es que hasta que no se tiene un blog no se llega a valorar lo que vale un comentario. Mucha gente dice que le gustaría dejar comentarios pero no sabe qué poner. Vale cualquier cosa, por corta y simple que sea. Será bien recibida y agradecida.

En fin, conclusiones de este post: Los blogs son adictos. Léelos con moderación y no olvides dejar comentarios. Tienen sus ventajas: Quedas bien, son gratis y encima no engordan (a no ser que estés comiendo tostadas de Nocilla mientras la escribes…).

¡Un abrazo grande!