lunes, enero 30, 2006

Scottish Lifestyle

Tercera semana del Segundo trimestre. Tras un arranque del año acelerado por fin encontré unos días de descanso en los que la rutina volvió a aparecer. La verdad es que me hacía falta algo de calma, tiempo para volver a configurar mis esquemas y para darle a cada circunstancia el peso que se merece. Porque desgraciadamente cuando un pensamiento preocupante o sentimiento desafortunado te invade, no puedes evitar a veces que también afecte a tu personalidad. He estado apático y decaído durante mucho tiempo y además he hecho cosas de las que ahora me arrepiento. Comportamientos que luego no puedes parar de reprocharte y que sólo sirven para afirmar delante del espejo “Fran, ¿qué estás haciendo?, tú no eres así”.

Sin embargo creo que ya he despertado de estas pesadillas que me acosan. Procuro motivarme y olvidar estúpidas frustraciones que no me reporten ningún beneficio personal, aunque resulta complicado. El viaje a las Highlands supuso un punto y aparte. Ahora irrumpe el estilo de vida Erasmus: Las fiestas buenas, el deporte sano, los paseos por la ciudad, las compras de turno; quiero volver a sentirme absorbido por el proyecto, por raro que parezca. Además, me apunté a unas clases de inglés para el Advanced que me están resultando bastante intensivas pero también gratificantes. Sin duda el inglés es uno de los mayores alicientes que encuentro aquí. Me encanta construir oraciones en mi cabeza en inglés o escuchar alguna conversación entre escoceses y confirmar que al menos entendí un fragmento. Se ha convertido en algo familiar y placentero.

Hay algunas expresiones que no puedes evitar tener siempre en la boca, como ‘sorry’ o ‘excuse me’. Se me ha pegado a base de verlo en vivo y directo. Todos los escoceses son tremendamente educados y en el supermercado están siempre pidiendo disculpas incluso si te rozan el abrigo o chocan apenas el carro. En Granada estas navidades se me escapaba irremediablemente ‘sorry’ por cualquier tontería. Situaciones insignificantes que realmente no merecían una disculpa. Esa cortesía escocesa me tiene cautivado. Incluso los guardas de las discotecas, cuando echan a la gente a la calle, ya sea por armar escándalo, resultar sospechosos o quedarse dormidos, lo hacen con toda la educación del mundo sin usar la fuerza física. Te acompañan gentilmente a la puerta, te dan una palmadita en la espalda y te dicen “Pero vuelve mañana”. Verídico.

Otro aspecto que me sorprende es la nobleza y buena moralidad de la gente que se percibe en cualquier tienda. En la mayoría no hay detectores magnéticos ni mucho menos cámaras de seguridad. De hecho en los supermercados puedes encontrar frigoríficos y stands que se encuentran fuera de las cajas registradoras. Puedes perfectamente coger una bebida o el periódico del día y salir tan campante. Mención especial para los que aparcan la bicicleta en el poste enfrente de alguna tienda sin asegurarle el candado y la dejan allí mientras hacen la compra. También presenciado.

Esta confianza en la honradez de la gente me tiene fascinado. Una anécdota que ya he contado alguna vez por Granada y que me dejó con la boca abierta confirma esta regla. Paseando por el aeropuerto de Edimburgo, haciendo tiempo para la hora de embarque, entré en una tienda con frigoríficos de comida rápida. Cogí uno de esos sándwiches fríos y me dispuse a pagarlo, pero no había nadie tras la barra. Pensaba volver a colocarlo pero de repente me fijé en un plato que había sobre el mostrador, con ¡monedas y billetes! Supuse entonces que tú mismo podías pagar y coger el cambio. Así lo hice y salí de allí completamente alucinado, sin creer que pudiera existir algo así. Lo primero que piensas entonces es “Anda que iba a durar mucho una tienda así en Granada…”.

Pero si por algo se caracterizan los escoceses es por su extremada preocupación por la seguridad. En cualquier local, residencia o edificio encuentras perfectamente indicaciones sobre la localización de las salidas de emergencia e incluso puedes toparte con carteles que simplemente te recuerdan la importancia de cerrar el coche y ocultar objetos de valor en un parking. Yo al menos no he visto nunca en España paneles con algo tan evidente. Aunque cierto es que se agradece; sobre todo los que sean despistados.

Por otro lado, la recepción de la residencia está plagada de letreros informativos sobre qué hacer en caso de incendio o políticas sobre alcohol y tabaco. Creo que poca gente se para a leerlos así que como tienen que estar bien seguros de que todo el mundo esté enterado, colocan más carteles en cada habitación. Yo tengo estos pegados en la puerta. Pero como sigue siendo insuficiente, preparan simulacros de incendios a las 7 de la mañana cada dos meses para que todos los erasmus sepamos que cuando suena la dichosa alarma, tenemos que desalojar la habitación y andar hasta el área de seguridad más cercana. Creo que no soy el único a estas alturas que ha terminado aborreciendo dicha alarma… Hace no mucho desalojaron la residencia a las 12 de la mañana simplemente porque se había ido la luz en el campus y tenían que investigar. No pudimos volver hasta las 9 de la noche. Para compensarnos, repartieron cena gratis en el comedor de la universidad; de forma que allí me planté para degustar todos los platos y no me privé de repetir hasta 3 veces. Ya me conocéis…

También merecen glorioso comentario las advertencias de tráfico. Aquí se desviven por controlar la velocidad. Las carreteras del país están plagadas de marcas sobre el pavimento con la palabra ‘SLOW’. Supongo que aunque vayas conduciendo y no prestes atención especial a estas letras, inconscientemente es posible que surtan efecto y dejes de pisar tanto el acelerador. Lo encuentro útil, vaya. Otras señales originales son las informativas de limitación de velocidad, como esta que encontré por el campus. Lo que me resulta curioso es la expresión. Traducido sería algo así como “20 es más que suficiente”. En España creo que nunca vi señales así. El hecho de expresarlo de esa forma la convierte en una señal entrañable, ¿no?

Tonterías aparte, lo cierto es que impresiona esta tremenda precaución y control de la seguridad que se gastan. En definitiva, la idea general que tengo de los escoceses es que son personas exageradamente precavidas, extraordinariamente educadas y admirablemente carentes de desconfianza. El primer rasgo los desmerece pero los otros dos son virtudes envidiables.

Vaya, esto parece un capítulo de los Simpsons. Comencé hablando del segundo trimestre y he terminado desarrollando el post sobre la forma de ser de los escoceses. Si algún escocés bilingüe lee esto podría dar su opinión sobre si me acerco al estereotipo o mis ideas no tienen fundamento.

Aquí me planto. ¡Nos vemos!