jueves, diciembre 01, 2005

Just Edinburgh I

Ayer 30 de noviembre fue St. Andrews Day, el festival en honor de San Andrews, el patrón de Escocia. Entre otros eventos se permitía la entrada gratuita al castillo de Edimburgo (la entrada para estudiantes cuesta normalmente 9 libras) y allí que me marché con Nando para aprovechar tan suculenta oportunidad.

Castle in the nightEl castillo llama la atención poderosamente desde lejos. Se eleva por encima de la ciudad en un escarpado acantilado y resulta una vista deslumbrante y sublime. De hecho es el monumento que mejor impregna en esta ciudad la sensación de ciudad histórica, de ciudad aún medieval, de ciudad mágica… Impresiona comprobar que la vida urbana discurre tan cerca de tan antigua fortificación y de algún modo no puedo evitar que me recuerde a mi querida Alhambra, sobre todo por la noche cuando lo iluminan y evoca esa imagen grabada en mi retina desde el paseo de los tristes de Granada…

Si bien es cierto que la visita nos ha defraudado en parte. El interior del castillo se ha destinado a conservar y restaurar las dependencias reales y a recrear históricamente las etapas bélicas de Edimburgo, pero esto no lo sabíamos a priori.
Nos sorprendimos recorriendo el primer museo que encontramos: ‘The museum of war’ debido al 60º aniversario de la 2ª guerra mundial: elementos de guerra en general, sables, dagas, espadas, bayonetas, fusiles, pistolas, ametralladoras, municiones, trajes de soldados, máscaras de gas, insignias… con una repetitiva e infernal música de gaita de fondo.

War MuseumLo curioso fue cuando al entrar en el segundo museo descubrimos que seguíamos presenciando insignias y maquetas de invasiones, matanzas y guerrillas. Y así con otros 4, del que salvamos uno titulado ‘Prisons of war’ que recreaba las cárceles y prisiones victorianas con un ambiente bastante realista.
Continuamos contemplando el curioso cementerio que crearon para los perros que actuaron por la causa real (verídico), la minúscula capilla de Santa Margarita (que al estar fechada en el siglo XI la convierte en la construcción más antigua de la ciudad), la gran ermita erigida en conmemoración de los escoceses caídos en batalla (llamativa una inscripción que decía ‘Gibraltar’) y la sala donde se guardan las insignias de Escocia: la Corona, la Espada del estado y el Cetro, junto con la piedra del destino (que no es más que un pedrusco enorme y vulgar).

Finalmente completamos la visita embobados con una de las mejores visiones que se pueden conseguir de la ciudad: la increíble panorámica que se observa desde los miradores del castillo. Se vislumbra a lo lejos el golfo de Edimburgo, el puerto, las colinas colindantes de Calton Hill y Arthur's Seat, los jardines de Princes Street…
Panorámica desde castillo

Esto me recuerda que todavía no he comentado nada sobre los monumentos y calles de Edimburgo. Tampoco resulta muy complicado. El centro histórico se concentra en torno al castillo y la calle que parte de su explanada, ‘Royal Mile’.

Recoge multitud de edificios gubernamentales e iglesias victorianas y desemboca en el palacio de Holyrood, la residencia real escocesa, del siglo XVI junto a la sede del nuevo Parlamento escocés, que presenta un diseño modernista bastante curioso. Está plagada además de tiendas orientadas al turismo y es habitual encontrar músicos callejeros, mimos o tipos disfrazados de William Wallace con la cara pintada y una espada. Realmente es un placer pasear por esta calle... comprobar el contraste de los escaparates repletos de postalitas, kilts, muñequitos del amigo Wallace y los pubs con el ambiente y la decoración típica escocesa.


Sin embargo la calle por excelencia de Edimburgo es Princes Street. Princes StreetSu acera izquierda está repleta de comercios; ahí encontramos entre otros: Zara, Boots, Mark & Spencer, H&M, Waterstones, Virgen Megastore, McDonalds (cómo no) y los pisos más caros de toda Escocia (sus vistas no tienen precio), mientras que en la acera derecha localizamos un inmenso parque con los frondosos jardines que se extienden paralelos a Princes Street desde la John’s Chapel atravesando la galería nacional de Escocia hasta la ‘Waverley Station’. Resulta muy llamativo comprobar que todos los bancos de este parque (e incluso en el resto de la ciudad) llevan grabada una dedicatoria histórica. No deja de ser curioso.

Por otro lado, merece mención especial ‘Calton Hill’, la pequeña colina situada al final de Princes Street donde se sitúa el antiguo observatorio y un intento incompleto de Partenón que alguien tuvo la desafortunada idea de construir con el ingenuo propósito de que a Edimburgo se la conociera como la ‘Atenas del Norte’. Las vistas de la ciudad desde aquí, sobre todo de noche, son espectaculares porque los edificios emblemáticos destacan iluminados sobre el resto: el castillo, majestuoso y radiante, el armazón de la cúpula de San Giles, el impresionante monumento a Walter Scott y la torre del hotel Balmoral con el reloj que marca el ritmo de la vida en la ciudad. Esta foto y la que aparece en la cabecera del blog se corresponde con dicha panorámica. (Gracias Dobar).



En fin, no quiero alargarme. Sólo quería dar una descripción general de la ciudad, porque realmente merece la pena deleitarse con sus paisajes. Prefiero dejar el resto de comentarios sobre las calles para otro post.

¡Un abrazo, Sed buenos, cuidaos!