sábado, diciembre 10, 2005

The terminal

Son las 10:19 del viernes 9 de diciembre. Llevo 3 horas dando vueltas por el aeropuerto de London Stansted y aún me faltan otras 7 hasta coger el avión hacia Granada.

A pesar de que este sitio es enorme, ya me cansé de mirar las tiendas de DVDs y música, incluso me detuve en contabilizar las distintas marcas de chocolatinas de la tienda de souvenirs. Stansted-Gate AreaPerdí la cuenta a partir de 26... El caso es que estoy tremendamente aburrido (no traje ningún libro ni los auriculares del reproductor de mp3). Ahora me viene a la mente la película de ‘la Terminal’ y el personaje de Tom Hanks que vivió mucho tiempo en una sin poder salir. No recuerdo si estaba basada en hechos reales (si alguien lo sabe que comente), pero si realmente llegó a existir ese hombre, se ha convertido en mi ídolo.

Al final me he sentado en unos bancos bastante incómodos y ante la imposibilidad de conciliar el sueño (empiezo a aborrecer a la tía que habla por los altavoces cada 30 segundos), me propongo gastar las 3 horas de batería de este cacharro para hacer tiempo. He colocado el portátil en la fila de butacas de enfrente y estoy escribiendo completamente inclinado hacia delante apoyándome en el filo de mi asiento para poder alcanzar el teclado. Un show…

Quería comentar cómo se han desarrollado los acontecimientos estos últimos días que estuve en Edimburgo pues sin duda fueron de lo más locos…

Aunque la marcha del proyecto no va realmente mal, el tutor me pidió que realizara un informe detallando el avance y todo el trabajo que realicé durante estos dos meses. Comencé redactando un borrador para comprobar cuánto espacio podía ocupar. Pensé que sería adecuado incluir capturas de pantalla con distintos parámetros de configuración del sónar, así que decidí volver al laboratorio para tomar más muestras.

Después de superar un día de pánico en el que me cargué el sistema de archivos de Linux por pulsar el botón Power cuando estaba arrancando la sesión, regresé con algo de ánimo. Conecté la fuente de alimentación, los adaptadores al portátil y quité la cabecera del sónar. Cuando adapté el cabezal con el enchufe de corriente, noté que no estaba bien ajustado, así que desatornillé y, sorpresa… no sé cómo lo hice, pero se doblaron y partíeron algunos pins del conector. ¡Había roto el sónar! El terror más absoluto me invadió por completo.

Avisé al encargado de seguridad del laboratorio quien no podía creer que me hubiera cargado el sónar. Balbuceó un montón de incomprensibles palabras escocesas (supongo que maldiciendo mis naciones por la entonación exaltada y el volumen) y llegué a entender que me dijo que costaría bastante arreglarlo y era necesario enviarlo al fabricante. Yo no sabía realmente qué iba a pasar. Quería que me tragara la tierra. Seguramente aquello fuera lo peor que podía pasar en el proyecto… Pensé en un primer momento que podría ser expulsado o incluso tendría que pagar la reparación (idea que posteriormente me quitaron todos de la cabeza). Hablé con mi tutor sobre el incidente y me regañó severamente explicándome la extremada precaución que tenía que tener manipulando tan caro material. Me comentó que sería mi responsabilidad enviar el sónar por correo al fabricante.

Al final malgasté un par de días estúpidos dando vueltas de un lado para otro preguntando sobre qué hacer con el sónar roto y no pude completar el informe como quería. Le entregué 16 páginas al tutor y me dijo tras revisarlo que era demasiado corto e insuficiente y que algún apartado se podía mejorar… pero que él se encargaría de enviar el sónar por mí. Al menos algo bueno en todo este asunto…

El caso es que a raíz del accidente estuve unos cuantos días bastante desanimado. Había perdido mucha confianza en mí mismo y sabía que ya no sería igual el trabajo en el laboratorio. Estaría siendo examinado con lupa el resto del proyecto. No dejé de preguntarme cómo había ocurrido aquello y una idea llevaba a otra y la cuestión final resultó ser… ¿Cómo me las había apañado para tener en mis manos y conectar un dichoso sónar valorado en 2 millones? No me refiero a por qué me tocó esa tarea sino a cómo llegué a estar metido en un proyecto así… No cabe duda que la competición del submarino es una experiencia increíble, sin duda es el mejor proyecto en el que me podía haber embarcado, pero… ¿realmente era aquello lo que yo quería hacer?

Hablando el otro día con un gran amigo volvimos a una de las cuestiones retóricas que siempre me asaltan y que todos nos hemos planteado alguna vez… ¿Qué otras posibilidades me habría deparado la vida si hubiera elegido alguna otra alternativa?

A veces pienso que muchas cosas no se pueden controlar, como el destino del Erasmus… si me tocó Edimburgo fue por cuestión de centésimas en el expediente. Si hubiera sacado más o menos nota en alguna asignatura (esos dichosos 6.8 o 6.9 que inundan mi expediente y podrían haberse plasmado en un 7 y subir la media) ahora estaría en Dublín o Glasgow (o incluso en destinos que puse con menor preferencia). Estaría haciendo otro proyecto y conocería otra gente distinta. ¿Qué sería lo que me estoy perdiendo? Para comprobarlo sólo tengo que visitar a Álex a Dublín y descubrirlo, jeje… pero no siempre resulta tan fácil…
A este tipo de dudas existenciales me refiero. Aquí por ejemplo, no paro de ver personas que van y vienen con sus maletas; múltiples destinos, incontables expectativas, innumerables localizaciones…
Hoy desperté en Edimburgo, ahora piso suelo londinense y cuando termine el día dormiré en cama española… ¿Pertenecemos a algún lugar? ¿Qué grado de control tengo en toda esta historia? ¿Hasta dónde puedo ser consciente de las consecuencias de mis decisiones o los hechos que me ocurren/ocurrirían?

Fueren como fueren (guau, pocas veces pude usar el futuro de subjuntivo), no quiero degenerar este post en una retahíla de preguntas sin respuesta. Más que nada porque no me gusta rallar a la gente. Retomo mis últimos días en Edimburgo.

Sin duda alguna no olvidaré los ánimos y el apoyo de todos los erasmus cuando más preocupado me encontraba con el incidente del sónar Cumple Diego y Aidao cuando más entristecido me sentía por la marcha ¡Sois lo mejor, chicos! Ni esas charlas vespertinas y nocturnas tan interesantes, esos partidos de squash tan desequilibrados pero tan divertidos, esas sesiones cinéfilas tan variadas, ese vocabulario tan demencial y el cachondeo con mis comidas en la cocina, esa pedazo de fiesta de cumpleaños que celebramos o esas compras imposibles en el TkMaxx…

Conclusión: No sé lo que me habría deparado la vida si no hubiera venido a Edimburgo, pero ¿y qué importa? Lo esencial es que estos 2 meses los he disfrutado, he conocido gente increíble, las vivencias son impagables y la experiencia única. Eso es lo que cuenta.

En un mes regresaré a estas tierras y mientras tanto la liaremos en Granada. En fin, corto ya. Publicaré esto en cuanto llegue. A ver si me compro algún libro de sudokus (aquí están por todas partes) para entretenerme.
¡Nos vemos!

PD: Hogar, dulce hogar